jueves, enero 26, 2006

Walking on the Moon


No sé si será el calor seco de estos días o las pastillas para la malaria, pero el asunto es que camino como en la luna, levantando bien los pies para cada paso; tal como lo hacen los astronautas en las imágenes que dan por la tele.
Quizás sea mi atmósfera que ha perdido gravedad. Wauu.

sábado, enero 21, 2006

Help the aged


He observado a los viejos. Los veo pasear por mi barrio, casi siempre solos, caminan como trayendo un secreto en la memoria.
Tienen la mirada de la resignación, de haber dejado de luchar contra sí mismos; desapegados de todo, menos de un par de recuerdos que guardan en alguna cajita de lata. Tienen una energía amarilla que es un viaje en el tiempo, que distingue aquello que verdaderamente importa.

Me gustaría poder compartir ese secreto, sentarme a contemplar el paso del tiempo y los pájaros que de vez en cuando cruzan por algún lugar de la tarde.

domingo, enero 08, 2006


Durante mi estadía en La Habana me sorprendí mucho con los cubanos, todos parecían personajes literarios, como una novela de Cabrera Infante. Alojábamos en el departamento de un ex escolta de Raúl Castro, Wilmer, quién vivía allí con su mujer Belena. Bellos nombres los cubanos. Wilmer y Belena nos arrendaban su pieza, que tenía aire acondicionado y una que otra cucaracha. Por la ventana, se escuchaba todas las mañanas la escandalosa despedida que la vecina daba a sus amantes; generalmente policías.

Había una chica ahí, de unos doce años, que quería ser bailarina del Tropicana, y cada vez que nos visitaba movía sus caderas desaforadamente para mostrarnos su destreza en el baile. Estuvimos el tiempo suficiente para conocer los secretos de la mayoría de quienes allí vivían.

En los árboles que rodeaban al edificio habitaban cientos de murciélagos, que observaban desde la oscuridad como testigos silenciosos de todo. Había material suficiente para una novela, tomé notas con la intención de algún día escribirla. Creo que perdí ese cuaderno.

Lo que sucede entre mis vecinos de ahora tampoco deja de sorprenderme. Por algún extraño motivo, cada vez que me encuentro con uno me cuenta nuevos secretos. Lo mismo que el conserje, que es como Woody Allen pero cojo.

Hace algunos meses atrás, llegaba a mi departamento cuando vi a todos los vecinos afuera, era de madrugada y estaba la policía. Habían vuelto a romper las ruedas de los autos y uno que otro vidrio. Esto había sucedido con anterioridad. La diferencia fue que ahora J avisó a los demás y todos se juntaron en su departamento a hacer la denuncia. En un minuto J desapareció y fue sorprendido rompiendo los neumáticos de los policías.

En otro de mis encuentros de pasillo con mis vecinos, supe que un chico gay (que es la pareja de J, el hombre de los neumáticos) atendía a sus clientes sexuales en el departamento. Se estaba evaluando la posibilidad de comprar un farol rojo para la entrada. Finalmente se decidió comprar una luz con sensor y una cámara de seguridad que registra imágenes que nadie ve, excepto los tres gatos famélicos de la entrada, que conocen los secretos de todos. Ellos si que podrían escribir una novela.