domingo, noviembre 27, 2005

Park Life

Hoy caminaba por un parque donde personajes olvidados reaparecían y se volvían de pronto una realidad que paseaba cerca de nosotros como espectros vivos, como la novia de "El cadáver de la novia", junto a bailarines cariocas terneados y muchachos con perros miniaturas. Todos tomando helado en una esquina donde la ciudad se vuelve de pronto un pequeño pueblo. Dos mendigos peleando a viva voz, un poeta observando como si fuese una performance y el viento helado que teñía todo de la típica incertidumbre que acompaña la primavera.

lunes, noviembre 21, 2005

Blue Moon



Hace mucho y poco tiempo, me tomaba unos tragos con Rodri, en un bar donde escritores aburridos se mezclan con los sonidos de un órgano ochentero y exóticas meseras con destino desconocido y un pasado escrito en las manos. No recuerdo bien el orden de los sucesos, pero entre las versiones orquestadas de Volver a los diecisiete y Brasil que una madura rubia tocaba con rabia y fuerza en el viejo órgano del cual ya hablé, y la inmutable presencia del escritor solitario y silencioso en la barra del bar (como esos personajes de novela que aparecen como quien nombra una calle), se presentó ante nosotros una chica de edad indefinida, pero de una belleza cercana a los treinta. Llevaba una pequeña falda color violeta, tacones y un abrigo de plumas que la hacian ver como el ángel del diablo. La miramos emocionados, era como ver a una estrella de rock y, aún sin saber quién carajo era, la invitamos a compartir nuestra mesa. Dolores Di Pasqualle se llamaba la chica y era argentina. Para nuestro asombro y no tanto, también era poeta.

De ese encuentro quedaron las plumas en el Martini , un par de poemas que Dolores nos regaló y una luna que caía azul sobre la ciudad que despertaba.

Nunca estaré tan borracha
como para ir a tu casa en medio de la noche.
Toco los vinilos que dejaste en mi alcoba
como si tocara el cuero negro de tu campera
aquella vez que fuimos a La Plata
escuchando Bob Dylan en el walkman.

Detesto la forma de amar de ese judío.

miércoles, noviembre 09, 2005

Fragility


El otro día conversaba con unas amigas poetas y me comentaban que, estadísticamente, una mujer se demora tres años en escribir un libro, mientras que un hombre cerca de uno. Yo me demoré cuatro años en sacar mi primer libro y cada vez estoy más convencida de que la poesía se maneja con tiempos internos. Es el pulso de procesos que tienen que ver con el espíritu. Pero cada vez hay menos tiempo para eso. Incluso en lo privado, hay una suerte de poder autoejercido, como si nos estuvieran observando, como si conectarse con uno es algo que no se debiera hacer. La fragilidad está prohibida.

Después de mi primer libro tarde mucho tiempo en conectarme de nuevo con ese lugar que habita el duende de Lorca o lo que los románticos entendían por inspiración (aunque nunca me ha gustado ese concepto). Finalmente pude. Y es como mirarse desnudo. Tiene algo de cálido y escalofriante a la vez. De abismo conocido.

Desde que llegó el duende han ocurrido varios hechos que reafirman su presencia. Sincronías, sincronías, sincronías. Me han invitado a dos lecturas en una semana y a un encuentro de poetas en Perú. Falta que me den un premio. Ja.