jueves, diciembre 29, 2005

¿Y tiene pilas?


Suelo estar escuchando música. Si no, mi cabeza funciona como radio y tararea melodías que elige aleatoriamente. Últimamente, la programación radial no ha estado de mi completo gusto. Debe ser la banda sonora que eligió mi mente para acompañar a una ciudad que parece ya no brillar tanto.

Para remediar este impasse opte por rescatar mi viejo walkman y escuchar la colección de cassettes que tenía olvidada en casa de mis padres. Hay discos que nunca más volví a escuchar, no porque no me gustaran, si no por un asunto de formato. Volver a ellos es como mirar fotos antiguas. Con cariño pero con cierta distancia.

sábado, diciembre 24, 2005

Cat People


Hace un tiempo, fui atacada por polillas. Aparecían en los momentos más inesperados, en el baño, entre mis libros, en sueños. De todos estos encuentros, recuerdo sobre todo una noche en la que caminaba de madrugada por el puente Pío Nono. Miré el cielo y vi como los faroles de la ciudad atraían cientos de mariposas nocturnas que bailaban alrededor de la luz.
Podría decir que esa noche pensé en como nosotros somos esas polillas buscando la luz con desesperación, dando tumbos, chocando unas con otras, pero no es cierto. Sólo me quedé con la imagen de la nube de insectos en la madrugada.
Poco tiempo después, las polillas desaparecieron. Nunca más fui visitada por una. En su remplazo, un gato negro se cruzaba por mi camino cada vez que regresaba a casa. En la misma calle, el mismo gato esperaba pacientemente la hora de mi regreso para atravesarse en mi ruta.
Siempre me han gustado los gatos. Nunca le he temido a los gatos negros. Por eso, cuando al poco tiempo de haberse transformado esto en una rutina, el gato apareció en mi edificio, no me extraño su silenciosa observación de mis movimientos al regresar a casa.
Pero hoy lo encontré bebiendo agua de la bañera. No sé lo que ocurrirá.

miércoles, diciembre 14, 2005

2046



爱是协调事情

Espero quede claro.


miércoles, diciembre 07, 2005

The Boy With a Thorn in His Side


Anoche caminaba por una de las calles que suelo recorrer con cierta rutina desde hace un tiempo, cuando algo en el camino llamo mi atención y la de mi acompañante. Algo que nos impidió llegar al destino propuesto . Sobre el escenario hombres con traje de reina se paseaban con la ingenuidad de un niño disfrazado. Sobre el escenario desfilaban los sueños de toda una vida de muchachos que no quieren serlo, que se miran al espejo y le dicen con rabia: yo soy Alexia, yo soy Joan, la muchacha que nació para ser reina.

Todo tenía la belleza de lo irremediable. Todo estaba traspasado por la triste carcajada de cuando asumimos un destino que llevamos como un tatuaje invisible. Yo también reía. Y nuestra risa era como un abrazo al niño detrás de las lentejuelas y los tacones. Yo también reía y sentía como mi tatuaje se inflaba en algún lugar cerca del pecho.

Horas más tarde me despertó el timbre de mi casa. Era de madrugada y yo ya dormía. Dos autos en la esquina habían chocado. El mío también estaba ahí. Inexplicablemente no le pasó nada.
Por lo menos, él está protegido, pensé.