miércoles, diciembre 07, 2005

The Boy With a Thorn in His Side


Anoche caminaba por una de las calles que suelo recorrer con cierta rutina desde hace un tiempo, cuando algo en el camino llamo mi atención y la de mi acompañante. Algo que nos impidió llegar al destino propuesto . Sobre el escenario hombres con traje de reina se paseaban con la ingenuidad de un niño disfrazado. Sobre el escenario desfilaban los sueños de toda una vida de muchachos que no quieren serlo, que se miran al espejo y le dicen con rabia: yo soy Alexia, yo soy Joan, la muchacha que nació para ser reina.

Todo tenía la belleza de lo irremediable. Todo estaba traspasado por la triste carcajada de cuando asumimos un destino que llevamos como un tatuaje invisible. Yo también reía. Y nuestra risa era como un abrazo al niño detrás de las lentejuelas y los tacones. Yo también reía y sentía como mi tatuaje se inflaba en algún lugar cerca del pecho.

Horas más tarde me despertó el timbre de mi casa. Era de madrugada y yo ya dormía. Dos autos en la esquina habían chocado. El mío también estaba ahí. Inexplicablemente no le pasó nada.
Por lo menos, él está protegido, pensé.

1 comentario:

Anónimo dijo...

lo último lo pensaste con una ironía triste, al menos eso me hubiese pasado a mi

bonito relato, aquí la tristeza usa un hilo de plata que casi cierra un círculo, en cada párrafo una costura

solidaridad de los destinos que se tuercen como tatuajes bajo el pecho

y en el dolor de la torcedura nos reconocemos